LA PERTINENCIA DE LA DIMENSIÓN PERSONAL EN LA OPERACIÓN PSICOSOCIAL
LA PERTINENCIA DE LA DIMENSIÓN PERSONAL EN LA OPERACIÓN PSICOSOCIAL - LILIÁN TOLEDO - Parte 1
“Si no soy yo: ¿quién?, si no es ahora: ¿cuándo? “
Rabi Hillel
Escribo estas palabras luego de terminado el artículo, y me preocupó ver cuán centrado parece estar en la verticalidad, en lo individual.
Quizás una cierta fragilidad en nuestras tramas sociales, de los retículos de sostén sea la situación emergente, y por tanto, la mismidad de cada quién necesita ser trabajada, revisada, alimentada como una planta delicada, en un mundo que no cuida la armonía de sus diferentes componentes. Por eso tienen lugar estas reflexiones. En este contexto de colectivos frágiles, contingentes, es más necesaria la tarea de entretejer y más cuidado han de poner los tejedores de no entreverar unos hilos con otros. Y si no es ahora…
El punto de partida que da sentido a estas palabras es que los y las operadores y operadoras psicosociales, en tanto tales, somos también emergentes de una trama vincular, social y genérica.
Por ello nuestra elección por este oficio nos obliga a revisar las características constitutivas de esa, nuestra “emergencia”, para poder incluirlas en la planificación de la tarea, desde lo metodológico y desde lo ético, situados y situadas en un paradigma centrado en la comunicación (Jiménez, L; Rebellato, J.L.; 1997) desde el cual la vida es reproducida, recreada desde la acción comunicativa con cada gesto, en cada movimiento.
La condición de posibilidad para esta revisión reside en el establecimiento de un dispositivo técnico donde aprender a modelarnos en función de lograr ser instrumentos flexibles en la escucha tanto como rigurosos en la direccionalidad de nuestra intervención. Un dispositivo que demande y proporcione esas múltiples miradas que necesitamos; convocadas desde distintas perspectivas y saberes de sí y de los otros.
Para lograrlo, no solo la confrontación teórica nos modelará para proponernos como diapasones de las resonancias de otros, necesitamos, además, un camino que transite el puente desde el cuerpo hacia la palabra.
Quienes trabajamos en este oficio, en medio de su transitar vamos escuchando mensajes que piden alivio, modificación, sostén.
Mensajes que, en medio de los vericuetos de lo cotidiano, no logran ser verbalizados o compartidos: aquellos que tomarán prestados los códigos de otras áreas del acontecer subjetivo y se convertirán en indicios que habrá que descifrar desde los vínculos, o en los signos del cuerpo.
Hablo por ejemplo de los suicidios por accidente de tránsito, suicidios éticos por impunidad, trastornos alimenticios, ataques de pánico por no saber (en) qué lugar (nos) ocupa el/la otro/a, úlceras por no hacerle un espacio al diálogo interno y reconocer las emociones en juego, dificultades en la intimidad, etc.
En unos/as y otros/as los mensajes negados pueden convertirse en una palabra no dicha que habita solitaria nuestro cuerpo, sea como sensación, temperatura o tensión.
Esta conmoción se expresa también en quienes ocupamos la posición de acompañante, esclerosando nuestra capacidad de vibración, enmudeciendo las palabras que guían hacia la emergencia del conflicto o deteniéndonos gestos que conducen hacia los necesarios duelos, peleas o muertes.
Las líneas que escribo buscan convencer sobre la importancia de hacer visible la dimensión* personal de la operación psicosocial[1].Y este es el nudo sobre el que proponemos trabajar (nos).
Encuentro que la pertinencia de esta reflexión radica en que nuestra tarea consiste -centralmente- en acompañar a las personas a transitar por el terreno de las ansiedades, para que ese tránsito les permita diseñar, de acuerdo a su estrategia y tomando en cuenta la logística existente y pasible de conseguir, las mejores condiciones para el surgimiento de proyectos donde emerja la vida.
Estoy convencida de que esto no se logra solamente “explicitando” voluntades y formulando objetivos, sino apoyándonos en una construcción a la vez porfiada y tierna del entre vinculante: el llamado retículo (O. Bricchetto, 2000).
Otra manera de plantearlo sería afirmar que no existe posibilidad de una operación psicosocial si no se ha invertido proceso para realizar ese entretejido y desarrollado tarea para el establecimiento de una ligazón entre las diferentes necesidades encontradas por convocatoria de la operación psicosocial, sostenida en ese retículo: fino tejido de identificaciones, proyecciones, transferencias y contra-transferencias que han de ser cuidadosamente puestas en juego desde el/la operador/a psicosocial (de aquí en adelante OP).
Es para esta dimensión de la tarea, sobre todo, que el ser, la persona [2] del/de la Operadora Psicosocial requiere ser trabajada en espacios donde recupere sus heridas, sus marcas, en fin: su memoria, desde el sostén de lo vincular, transitando ese puente que va desde el cuerpo hacia la palabra; siendo ésta- la palabra- una síntesis de su ser en vibración.
Un ser “engenerado”; un ser que es habitado, atravesado por el género, lo que implica la posibilidad de un aprendizaje que según el orden cultural en el que se inscriba, le proporcionará modelos de relación consigo mismo/a más o menos estimados, amables y amados.
Por ello es que les propongo considerar a la persona del operador/a como una dimensión primordial de la operación psicosocial, dimensión que es necesario considerar explicita y tozudamente a la hora de planificar o revisar su implementación, siendo esta operación un “retejimiento” vincular.
Constituirían la dimensión personal de la operación psicosocial, nuestro mundo interno, sus contradicciones y el conocimiento que tengamos de las mismas; nuestra experiencia vital; la búsqueda de la coherencia entre el hacer, el pensar y el sentir; nuestra actitud ante la vida en cualquiera de sus formas, la capacitación que elegimos y la que desechamos, nuestra concepción de la realidad; nuestros amores y nuestros dolores; lo que imaginamos y lo que no podemos imaginar, nuestra cotidianidad.
Todo confluye para alimentar esta dimensión, otorgarle densidad, enriqueciendo esa caja de herramientas, así como condicionando la selección de las mismas, a la hora de operar y fundamentando la obligatoriedad de ser sostenida por el ejercicio de actitudes éticas congruentes con un enriquecimiento de dicha dimensión que no vaya en desmedro del marco conceptual que las orienta.
fuente: http://milnovecientossesentayocho.blogspot.com/
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